Las FARC se han llevado una lección

Con la liberación del soldado y los dos policías las FARC se apresuran a corregir el más grave error que han cometido en el proceso de paz iniciado en agosto pasado. El secuestro y la toma de rehenes son las acciones más repudiadas por la opinión pública colombiana. Eso quizás no lo ha entendido la guerrilla. Tal vez las masacres o el asesinato de personas inermes, o la misma muerte de soldados y guerrilleros en combate, sean hechos más profundos y más tenebrosos, pero la sociedad colombiana aún no lo siente así. En la década pasada los secuestros se llevaron la atención de la opinión y taladraron la memoria de los colombianos.

Las FARC quisieron justificar la retención de estos miembros de la Fuerza Pública señalando que ellos se habían comprometido a no secuestrar civiles para cobrar su rescate, pero nunca habían empeñado la palabra de no tomar prisioneros de guerra.  Esa distinción no la hace la gente.

Se han llevado una lección. El gobierno haciéndose eco de la presión de la opinión no pudo obviar el acontecimiento y, a pesar de que se había comprometido a no llevar los hechos de guerra a la mesa, hubo de reclamarle airado a la guerrilla su osadía.

Ahora bien, el episodio ha mostrado igualmente que las FARC están pendientes de las reacciones de la opinión, que se han obligado a cuidar la mesa de negociaciones, que no son inmunes a lo que dice o piensa la gente en el país. La decisión rápida de liberarlos es una muestra de que están empeñados en conjurar con prontitud los ruidos que perturben la marcha de las negociaciones de la Habana. Eso alienta la ilusión de que la firma de un acuerdo de paz es posible.

Pero también hay una gran enseñanza para la prensa colombiana. En algunos medios se habló inmediatamente de una crisis del proceso de paz, se mencionó la palabra ruptura, se les abrieron los micrófonos a todos los enemigos de las negociaciones de la Habana.  ¿Eran estos los titulares pertinentes, eran los más adecuados a la situación?

Negociar en medio del conflicto es una empresa muy difícil para las partes.  La gente del común no puede entender cómo mientras se habla de paz se producen dolorosos hechos de guerra. Los enemigos de las negociaciones aprovechan con sevicia la situación para promover el fracaso. Pero la incertidumbre y la desesperanza aumentan si los periodistas compran el tremendismo y la exageración.

* / Por León Valencia, analista político y director ejecutivo de Nuevo Arco Iris.