Protesta de las comunidades del Cañón de Micay

Por Walter Aldana

¿Todos van a entender?

Las comunidades de la región del cañón del Micay, en los municipios de Tambo y Argelia, llegaron a Popayán desde sus veredas y corregimientos con el propósito de rechazar la aplicación de la política de sustitución de cultivos de uso ilícito por parte del gobierno, exigiendo la presencia del presidente para atender sus reclamos.

De nuevo emergen tensiones entre comunidades inconformes con la realidad que viven y un gobierno que fue elegido con el apoyo de las organizaciones sociales.

Debe decirse que frente al problema de los cultivos de uso ilícito, atravesado por dimensiones multilaterales, de definiciones externas de la política antidrogas, la política de sustitución del gobierno no es clara e impacta la cotidianidad de los habitantes de territorios alejados de los principales centros económicos.

Sin duda, no puede desconocerse la presencia en esos territorios de organizaciones armadas al margen de la ley, que durante décadas han ejercido la autoridad local, incluso en ocasiones realizando obras de uso público, como aulas escolares y puestos de salud.

Para contrarrestar la acción de las disidencias de las FARC el gobierno realizó la operación «Perseo”, con los pésimos resultados conocidos por el país, incluido lo acaecido con la convocatoria a un concierto que no se pudo llevar a cabo por el terrible atentado que perpetró el frente Carlos Patiño al estallar una motobomba que produjo el lamentable resultado de un soldado fallecido.

Estamos ante una situación compleja que conjuga múltiples factores que no debería ser simplificada al momento de abordar las probables salidas: por una parte, la problemática de los cultivos de uso ilícito y el orden público alterado, y, por otra, la falta de escucha del poder central a las regiones para identificar las estrategias de la acción de las instituciones civiles y militares, y la estigmatización de las comunidades como «marionetas» al servicio de los intereses de grupos armados ilegales.

Por eso no resulta adecuado minimizar la protesta de las comunidades del Cañón de Micay diciendo “¿a qué vienen a Popayán y por qué se movilizan y cortan la vía Panamericana? Es preciso ponerse en los zapatos de comunidades que en medio del conflicto han tenido que asumir el costo de vivir en esa región, forzadas a convivir con los grupos armados que se han disputado el control de sus territorios y, con el peso de esa realidad han decidido llegar hasta la capital con la dignidad de exigir sus derechos, esperando que todos van a entender, como diría la Cantata de Santa María de Iquique, de Quilapayún: «Vamos mujer partamos a la ciudad, todo será distinto no hay que dudar… todos nos van a entender».

Desde la comodidad de nuestra vida urbana, hagamos el esfuerzo de comprender (así no las compartamos), las razones que tienen hoy a un puñado de caucanas y caucanos, al lado de la carretera Panamericana a la espera de que llegue el presidente, quien les ha prometido en dos oportunidades ir hasta El Plateado, Argelia, pero que, por razones ciertas de inseguridad, no les ha podido cumplir.