Por Walter Aldana
Diversas opiniones ha suscitado la transmisión pública del consejo de ministros, una parte vía televisión y luego en las redes sociales. Desde a quienes consideramos positivo que los colombianos nos enteremos de los temas que se discuten en la máxima instancia de gobierno, hasta los que la califican de circo y de error político.
La coyuntura en la que se da este inédito suceso no podía ser mejor o se podría decir necesaria: ni más ni menos los nombramientos, de un lado, de una joven tecnócrata como ministra de Relaciones Exteriores, cargo ocupado históricamente por persona de mayor edad, experiencia y recorrido en el mundo de la política y la diplomacia y, de otro, de un «jefe de gabinete» acusado penalmente por temas de corrupción y violencia intrafamiliar y protagonista de escándalos como el audio que en estado de alicoramiento le envió a Laura Sarabia en el que, en medio de reclamos y la mención de dineros que ingresaron a la campaña, lanzó la amenaza: “… nos hundimos todos, nos acabamos todos, nos vamos presos”. Fue algo así como blindar la decisión presidencial con el hecho mediático de la transmisión televisiva.
Dicen los mayores que cuanto más se habla, más posibilidad se tiene de errar. Comparar a Benedetti con Bateman, desconocer el carácter de fuerza beligerante del ELN, señalar las diferencias como sectarismo histórico de la izquierda y hacer tan desafortunada descalificación del feminismo, son algunas de las expresiones escuchadas por los televidentes.
Que se diera la discusión sobre los nombramientos de Benedetti y Sarabia era normal; pero que se pasara por alto el objetivo de la reunión del consejo de ministros, expuesto por el mismo mandatario, de dar razón del avance de los compromisos con el pueblo, con el incumplimiento en 145 de los 196, es inaudito. Como la comunicación no solo es verbal, gracias a la transmisión en los gestos y actitudes comprendimos que no hay unidad de cuerpo ni se trabaja en equipo y advertimos el gran tamaño de los egos de los altos funcionarios, incluido el mandatario.
Decir que al Plateado «no se ha podido entrar, por descoordinación institucional», es una vergüenza; es la demostración de que ninguna persona en ese combo de gobierno se deja dirigir por otro que no sea el presidente Gustavo Petro para llevar a cabo acciones para lograr la integralidad en el tratamiento de tan difícil problemática.
Estoy de acuerdo con la vicepresidenta de la República y la ministra de Medio Ambiente. Si no se han podido coordinar hasta ahora, nada garantizará que la agenda presidencial logre ser armónica en manos del, no sin razón, cuestionado Armando Benedetti.
Yo creo en el progresismo como proyecto político, reconozco su gran liderazgo, pero no le hago culto a la personalidad del presidente, pues con esos nombramientos, el bajo nivel de ejecución, los altos egos ministeriales y la poca respuesta a las regiones, a mi parecer -respeto otras opiniones- ni se garantiza el funcionamiento equilibrado del gobierno ni se fortalece el proceso como alternativa frente al inhumano modelo neoliberal privatizador del capitalismo salvaje que Trump alardea liderar.
¡Este es nuestro proyecto con errores y aciertos, pero con la voluntad inquebrantable de hacer de Colombia una Potencia mundial de la vida!