Por Walter Aldana
Ahondar en las raíces de las causas que generan los feminicidios es una reflexión necesaria que nos cuestiona como personas, como familia y como sociedad.
En nuestra cultura patriarcal los hombres crecemos convencidos (y es una autocrítica que me hago) que somos la berraquera, la forma como expresamos e incluso imponemos nuestras ideas, sobre las mujeres, es reflejo de siglos de una formación (mal formación) que se ha naturalizado como una supuesta superioridad del macho.
Por ello desde pequeños, nos dicen que los hombres no lloramos, que lo azul es para nosotros y el rosado para ellas, «que la mujer debe ir a donde va el marido, así no quiera ir y que debe soportar en forma sumisa incluso que el marido la golpee: » es su marido y está obligada a preservar la familia».
En esa lógica patriarcal la sociedad se aferra a la defensa de un lenguaje excluyente de las mujeres, y se niega la posibilidad a construir uno que las visibilice,
les disgusta que digamos ellas y ellos, niñas y niños, juez y jueza . Nos niega a los hombres la posibilidad de expresar miedos, ternura, sensibilidades, y califican estos comportamientos como ridiculos, raros , impropios de los machos.
Y en una sociedad en guerra, en la que las armas son expresión de poder, las porte la fuerza pública u organizaciones al margen de la ley, se ha fortalecido la noción del macho que impone su fuerza. En los territorio con mayor presencia de las insurgencias políticas, o de bandas al servicio del narcotráfico, los corridos norteños y la «música popular » de medio pelo, hacen apología al traquetismo y a la cultura machista, amén del reguetón urbano.
En este contexto no es extraño que el fenómeno del feminicidio esté adquiriendo una gravedad insospechada:en los dos primeros meses del año se presentaron más de 80 feminicidios en el país registrando un aumento del 50% con respecto al año 2024.
Aunque las cifras varían según las entidades oficiales, plataformas de derechos humanos y organizaciones de mujeres , se trata de un asunto de extrema preocupación. Es preciso aclarar que se califica como feminicidio el asesinato de ellas por su condición de mujer, para castigar en su ser la decisión de finalizar una relación, su rechazo a la violencia y al abuso.
El 8 de marzo, se conmemoró el día internacional de la mujer. Actos, eventos festivos, saludos, una fecha más. Es momento de reivindicar el derecho de las mujeres a vivir en un ambiente seguro, libre de acoso y violencias . La posibilidad de que ese derecho sea realidad y no retórica no es sólo responsabilidad de la institucionalidad pública, es de cada persona, de la familia y la sociedad.
La memoria de Luisa Fernanda y de su hija Diana Carolina, asesinadas en nueva Jersey EEUU, por un trastornado mental formado por esa sociedad occidental, y el de Ana Elcy Arteaga, lideresa asesinada en Rosas, Cauca, debería servir para recordar que nacemos de una madre; que es inaceptable cercenar la libertad de las mujeres de expresar sus sentimientos; que la violencia física o verbal contra niño y niñas no contribuye a su formación como seres humanos empáticos y respetuosos , más bien siembra en ellos y ellas la convicción de que la agresión es la forma natural de expresarse y que la violencia es un medio para imponer el poder sobre las mujeres , incluso a costa de sus vidas.
De tí y de mí depende… Ni una mujer más golpeada por las violencias basadas en género.