La corrupción nuestra de cada día

Por Carmen Anachury Diaz

Este texto es tomado de ElQuinto.com.co y se publica gracias al acuerdo entre dicho portal y la Corporación Nuevo Arcoiris.

Esa que nos persigue y se aparece en la vida cotidiana, como si no hubiera más opción que padecerla.

Aún tengo vivo el recuerdo del proceso de formación que nos permitió a un grupo de maestros- as, paradójicamente en el gobierno del innombrable, hacer un diplomado en Cultura de Legalidad. Éste se enfocó en conocer, entender y desarrollar dispositivos pedagógicos contra la corrupción del día a día en la escuela y el barrio. Se entendió que esos dos espacios socio geográficos y culturales son claves para ponerle un tatequieto a la cultura del vivo o de la trampa.

Fue una experiencia significativa para mí. Logré encontrar el origen, desarrollo e impacto de la corrupción en una sociedad que fue conquistada y colonizada por lo peorcito de la España isabelina.

Con ese aprendizaje nos fuimos al aula de clase. Un par de años durante los cuales nos comprometimos profesores, profesoras, madres y padres de familia, directivas escolares y, después, nada. Hasta ahí llegó.

Debo decir que la cultura de la legalidad hace parte del pensum de Ética y Valores y no todas las instituciones educativas (IE) oficiales la asumen como algo misional.

Ahora, cuando ya han pasado cinco años de vivir como maestra pensionada y asumir otros retos personales, veo y vivo en carne propia esa corrupción nuestra de cada día. No porque antes no la conociera, sino porque ahora me afecta muy directamente y ya no la enfrento como profesora de aula.

Adquirí un seductor plan para ahorrar y viajar con mejores precios. Resulta que el tal plan si existe, pero no es como nos lo explicaron en medio de una parafernalia de juegos, música, alegrías fingidas, y aquí tiene para que nos firme. Hoy, cualquier cosa que les pida para un viaje de turismo resulta igual o más caro que hacerlo directamente con una aerolínea o un hotel de las plataformas turísticas.

La platica de mi plan de turismo se perdió.

Otro chasco que me llevé recientemente fue descubrir que un préstamo, hecho en el año 2020 y que he venido pagando religiosamente, apareció -en agosto de 2024- triplicado en su valor total con cuotas mensuales que muy difícilmente yo podré pagar.

No se sabe cómo lo hicieron, pero tomaron mi firma, huella y demás para ampliar el préstamo. Me hacen pagar, literalmente, lo que no me he comido. Ahora estoy en manos de una oficina de abogados peleando para saber la verdad y salir de ese entuerto. 

Como si eso no fuese suficiente, tome para que lleve mija: varios trabajos de refacción en mi casa resultaron un fiasco. Las personas que los ejecutaron, a pesar de estar muy bien recomendadas, hicieron la labor contratada sin la calidad que se pactó. De nada ha valido solicitar que se subsanen las fallas. A los incumplidos les importa un comino, y pareciera que uno escucha la famosa frase: ¡de malas!

Con la empresa de energía eléctrica (AFINIA) ya perdí la pelea. Aunque vivo en estrato dos, pago 500 mil pesos en luz eléctrica. Trabajadores de la empresa fueron a revisar la casa, se cambió todo el sistema eléctrico interno y, sin embargo, no cambia el valor a pagar en la factura. Decidieron que yo debo ayudar a pagar el fraude que ellos suponen hay en alguna casa del sector: “ Eso se prorratea entre quienes no tienen trampa en el contador de luz” afirmaron.

Es frustrante cuando pagas el alquiler de sillas para la guacherna y el tipo se desaparece con todo el dinero o la chica de las camisetas que compraste por internet no te entrega el pedido completo, pero tampoco devuelve el dinero. Ahora toca revisar la factura de cualquier compra para verificar si todo lo que vas a pagar es lo que realmente pediste. Y la que nunca falta aquí en esta ciudad que amo tanto, Cartagena, es la del taxista del aeropuerto que te cobra como si fueses para Montería y si le dices que está cobrando mucho, te dice en tu cara: Ahí se va a quedar porque no hay quien la lleve para donde Usted va.

Vivir así te deja dos alternativas: la coges suave y pasas por encima de todo eso o te vuelves grosera, mal hablada y desconfiada, aunque no todo el mundo se lo merezca.

Esa corrupción nos tiene el alma corroída. Ha escalado a niveles donde se toman decisiones políticas de alcance local, departamental o nacional. Si en lo cotidiano no vale ser honesto, honrado, o por lo menos luchar por no caer en la tentación, entonces ¿cómo vamos a contener la andanada de macro casos de corrupción que son noticia diaria?

La ética, tanto en el ámbito privado, como en lo público, está seriamente resquebrajada. Como cuando se rompe un jarrón de porcelana y la mamá lo emparapeta, pero se le notan las fracturas.

Sigo creyendo que el modelo de educación pública nos permitirá salir del entuerto social en el que estamos si se asume como prioridad la ética y cultura de la legalidad. De otra manera, la corrupción nuestra de cada día seguirá siendo inverosímil y agobiante.