Comité cívico por los Derechos Humanos del Meta

Reciban del Comité Cívico por los Derechos Humanos del Meta, de todos sus integrantes y de las comunidades que animamos y acompañamos, un solidario y afectuoso saludo de bienvenida a este hermoso llano, a esta hermosa tierra en la que a pesar de tanta injustica e impunidad, aún cantan los morichales y viven las corocoras y los alcaravanes de la esperanza.

Gracias a las personas, organizaciones, entidades e instituciones que hacen posible este ENCUENTRO REGIONAL POR LA PAZ, como una apuesta para la construcción de un Diálogo Social Democrático y equitativo, en el que la participación, el reconocimiento y la redistribución de recursos, oportunidades y capacidades permitan caminar por la senda de la paz integral y sostenible en los territorios.

Es claro que esta perspectiva nos pone en escenarios pos-conflicto, al que llegaremos cuando como proyecto social y como pueblo, seamos capaces de superar la violencia y el recurso a las armas para el ejercicio político, económico e incluso cultural. La violencia y las armas no sólo han servido para oponerse al Estado y al modelo imperante, también ha sido el Estado y los beneficiarios de los intereses hegemónicos quienes han acudido a las armas para consolidar o preservar privilegios. Las evidencias de esto saltan a la vista.

Quizá por el carácter del Comité Cívico por los Derechos Humanos del Meta, por su historia y por la ignominia de su victimización, hacemos un énfasis especial en el tema de la garantía, vigencia y respeto por los derechos humanos y por los principios básicos del derecho Internacional humanitario. Si los Derechos Humanos integrales se respetaran y garantizaran por el Estado y se respetaran por los demás actores; lo mismo que si todos los actores cumplieran con su deber de respetar, acatar y aplicar los postulados básicos del DIH, buena parte de las causas generadoras del conflicto armado desaparecerían y al mismo tiempo no tendríamos el país con el mayor número de víctimas.

Lo anterior sirve para relievar, que según nuestra visión del mundo y nuestra apuesta ética y de vida, el mejor programa para una paz duradera es el respeto y garantía efectiva de todos los derechos humanos integrales para todos los miembros de la sociedad y la mejor manera para negociar el fin de la guerra es haciendo acuerdos humanitarios especiales en el marco del DIH,

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los que si se cumplen a cabalidad, van generando confianzas entre las partes y permiten al avance hacia nuevos y mayores acuerdos, tal como sucedió en El Salvador en décadas anteriores.

Esta apuesta por la vigencia y garantía de los derechos humanos integrales y por la aplicación de los principios del DIH, necesariamente interpelan las estructuras de injusticia e impunidad que hoy se erigen en nuestro país y con especial énfasis en esta región. Nos llevan a preguntarnos sobre la sostenibilidad de la paz en el tiempo, si no se superan tales estructuras que favorecen el despojo y la ignominia en prácticas abusivas que nos recuerdan las peores páginas de insensatez, insensibilidad y cinismo de la humanidad.

La paz no puede quedar en un cambio estético y por lo mismo, figurarnos en el pos-conflicto implica la responsabilidad de pensarnos las salidas reales frente a las injusticias que en el presente sigue generando el conflicto. Nos resistimos a pensar que para superar la impunidad tenemos que esperar a firmar la paz o lo que quiera salga de los diálogos de la Habana; que para evitar que las comunidades negras, indígenas y campesinas no sigan siendo despojadas de sus territorios se tiene que aguardar por los acuerdos; que para que las empresas mineras y petroleras tributen justamente, no atropellen a las comunidades y no acaben con los ecosistemas que posibilitan la vida, o con el agua o la biodiversidad y las culturas propias, se tiene que esperar a que consolidemos la paz, o que para que cese la exclusión y la violencia contra las mujeres se tienen que silenciar los fusiles.

Por el contrario, creemos que la mejor manera de construir paz, es reclamando derechos, denunciando los atropellos y que las autoridades cumplan con sus deberes, pues nadie se los impide. La paz es aquí y ahora, en el actuar responsable de cada actor, de cada autoridad, de cada ser humano. No existe una paz para ser desarrollada en una edad de oro futura. O la construimos ya o nunca la tendremos. La existencia de actores armados que se oponen al Estado no puede ser la excusa para no acometer las reformas estructurales que éste país tanto reclama. No se necesita ser un gran analista para concluir que es bien difícil que una sociedad viva en paz o avance por caminos de conciliación, si se mantienen los escandalosos niveles de exclusión social y de acumulación económica en unas pocas manos. Esta situación de hecho ya configura una sociedad bastante violenta.

Somos testigos excepcionales de los atropellos que se siguen cometiendo en nuestros municipios, porque atendemos a diario a las víctimas despojadas de sus tierras, a las mujeres ultrajadas, a las familias irrespetadas, y en la inmensa mayoría de esos casos, tales injusticias no se cometen en contextos directos de confrontación armada, sino que responden a estructuras criminales ligadas a

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sectores estatales o cuando menos no perseguidas por éste y con claros intereses económicos o geoestratégicos, mineros, petroleros o de monocultivos para agrocombustibles.

Así las cosas, les invito con toda nuestra humildad y el compromiso por la vida, a que trabajemos por la paz desde un cambio de actitud frente a los demás seres humanos, de ser capaces de ponernos en su situación, de sentir su dolor, de enjugar sus lágrimas y de morigerar los ánimos de ganancia, acumulación o de poder. En un plano de igualdad y reconociéndonos como sujetos con plenos derechos y que el Estado y sus autoridades cumplan con sus deberes especialmente relacionados con la garantía efectiva para los derechos de todos, les aseguro que no caminaremos hacia la paz, porque ya viviremos en ella.

Cuando los derechos de todos sean garantizados, habremos alcanzado un nuevo modelo de sociedad y de Estado y tendremos la economía, la ciencia y la tecnología al servicio del ser humano, para el cultivo de la vida, desatando las amarras de la esclavitud de nuestro tiempo, la acumulación desaforada.

No renunciamos a soñar con un nuevo ser humano, capaz de respetar e integrarse armónicamente con nuestra madre tierra. No renunciamos a creer que el mundo puede ser habitado por personas con plenos derechos, eso es posible. Tenemos la certeza de que los morichales vivirán, que las corocoras cantarán y que los alcaravanes de la esperanza desplegarán su vuelo.

Recordando las enseñanzas de nuestro gran amigo y hermano, defensor de Derechos Humanos, Q.E.P.D. JOSUE GIRALDO CARDONA. “Quitémosle las alas a la impunidad, para que sea la vida la que vuele”.

Muchas gracias.

Original firmado.

ISLENA REY RODRIGUEZ.

Comité Cívico por los Derechos Humanos del Meta.