Con irreverencia, valentía y claridad, Jody Williams se ofreció a aportar su experiencia en el proceso de paz de Colombia, y a acompañar a las mujeres víctimas de la violencia sexual dentro del conflicto.
Jody Williams es una mujer que no tiene pelos en la lengua. Dice que le encantan las groserías, mienta madres y se le salen los joder y los nojodas, aunque su madre, de ochenta y cuatro años, la regañe insistentemente y le diga que eso no es bueno para la imagen de una Premio Nobel de Paz. Pero cuando habla de los dos años de negociaciones de paz de Colombia en La Habana, observa que ni el gobierno ni los guerrilleros han ido juntos a un lugar a desminar un solo punto para que el país sepa que esa voluntad de paz es cierta. Dice que las palabras son bonitas pero “las palabras sin acciones no valen nada”.
Luego de leer tres puntos reflexivos (el reconocimiento de todos los actores del conflicto en su condición de ciudadanos con derechos, entre ellas, por supuesto, las mujeres víctimas de violencia sexual en el contexto de este conflicto, no permitir el intercambio de impunidades en las negociaciones y ponerle fin a esta guerra), Williams se ofrece a ver personalmente el día en que se desmine un lugar de Colombia. Humberto de la Calle dice entonces: “Esto no da espera. ¡Oigan a Jody: este es el clamor de los colombianos!”.
De la Calle reconoce que todos los que están sentados en esa negociación en La Habana, tanto los guerilleros como la gente del Gobierno, son viejos que rebasan los sesenta años y que desde que eran niños no han visto un momento de paz en sus vidas. “El recuerdo que tenemos todos nosotros desde que teníamos seis años es la violencia”. En este momento de la historia, es compartido el sentimiento y el criterio de que en el ámbito de la paz, todo lo hemos hecho muy mal, y todos los que están allí sentados en La Habana, tienen la responsabilidad de ponerle fin a este conflicto de medio siglo. No es suficiente desarmarse, recuerda Jody. Desarmarse para volverse armar de otra forma en la sociedad.
De la Calle recuerda un párrafo de la convención de Otawa en la que se recuerda que las minas antipersonas, una vez plantadas, no distinguen entre civiles, militares o guerrilleros. La mina no reconoce la paz. Es el perfecto centinela que sigue matando. En el texto de La Habana, la Farc ha fijado un compromiso de desminar. Y Jody aprieta las manos y clama: ¡Que lo hagan ya! El país está esperando una fecha, no se sabe cuándo, pero hay que empezar con un primer gesto concreto en el territorio de las minas, para que todo el país lo vea y sienta como un plan nacional. ¡Pero ya! Me vas a pegar sin violencia -dice Jody mirando a de La Calle. Dice no conocerlo aún pero le parece un Santo.
Él con su gestos mesurados, su voz ecuánime y su pensamiento equilibrado, repite con Jody que ha llegado el momento, y pide que la tecnología permita que los guerrilleros negociadores escuchen esta conversación en Hay Festival de Cartagena. Y Jody insiste nuevamente en las mujeres víctimas de la violencia sexual dentro del conflicto. Nadie quiere hablar de esto con el valor que ha tenido Jineth Bedoya. O la valentía con que Álvaro Jiménez ha asumido la dirección de antiminas en Colombia. En este mundo con siete billones de habitantes, dice Jody, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia sexual en su vida. A la gente le da miedo hablar de esta realidad por la violencia que han sufrido.
Pero Colombia se tiene que poner de pie contra todas las formas de violencia si de veras quiere cambiar este país. No solo es responsabilidad de los negociadores y de los dos grupos guerrilleros. Es también responsabilidad de la población civil. Una paz sostenible no está ausente de conflictos. Jody volverá en dos oportunidades más.
Tomado de: http://www.eluniversal.com.co/cultural/que-desminen-ya-colombia-jody-williams-183722