El ELN en el recodo de la paz

Carlos Medina Gallego *

El proceso de negociación con “la otra” guerrilla parecería contar con la buena voluntad de ambas partes, pero existen obstáculos -reales y aparentes- para avanzar. Una invitación creativa y práctica.

Las preguntas

Son muchos los esfuerzos recientes de la sociedad civil para abrir un espacio a las conversaciones de paz entre el gobierno y el ELN: movilizaciones, congresos regionales y nacionales de paz, cartas de Colombianos y Colombianas por la Paz; carta de intelectuales, académicos, personalidades y organizaciones sociales al ELN y al presidente Santos, entre otros.
Pese a esos esfuerzos y a las manifestaciones expresas de interés de ambas partes, no parecen hallar aun la puerta para el acercamiento real que conduzca a una mesa de negociaciones.
Para apreciar mejor la situación, podrían formularse las preguntas siguientes:
· ¿Por qué razón, si el ELN y el gobierno han hecho explícita su disposición para el diálogo, éste no logra concretarse?
· ¿Qué actitud deben asumir las partes para que las conversaciones puedan producirse?
· ¿Qué condiciones se requieren para que la fase de acercamientos se produzca y de ella salga un acuerdo o una agenda de conversaciones?
· ¿Cuáles podrían ser los temas de esa agenda?
· ¿Cómo podría contribuir la sociedad civil a ese proceso?
Quisiera aproximarme a las que podrían ser respuestas a estas preguntas mediante un análisis de situación que ojalá contribuya a avanzar en la comprensión de las posibilidades y las dificultades del proceso.

Obstáculos aparentes

Comienzo por afirmar que el mayor problema no son los inamovibles discursivos aparentes:
· Es cierto que el gobierno ha dicho que “si liberan a los secuestrados, tienen un escenario de diálogo”.
· El ELN por su parte sostiene que “Hemos sido reiterativos de manera pública y en particular, sobre nuestra disposición al diálogo con el gobierno, concretando que es un diálogo sin condiciones para buscar la paz con justicia social en Colombia” (énfasis añadido). Esta afirmación constituye una aporía o paradoja: se pone como condición la inexistencia de condiciones.

Tales afirmaciones son obstáculos transitorios, pero en términos prácticos no son un obstáculo serio cuando se ha tomado la decisión de recorrer el camino de la salida política negociada y la construcción de un escenario de paz.

Creo que el problema real radica en que las partes no tienen muy claro qué podría resultar de ese proceso y no como podrían interactuar en un escenario de diálogo más cargado de certezas que de incertidumbres, y de realismo que de imaginarios.

El ELN está aprendiendo del proceso que se desarrolla en La Habana y seguramente está haciendo cálculos de aproximación a su propio proceso en función de los resultados que allí se están obteniendo.

No resulta estimulante para esta organización el mensaje reiterado de que allí no se está negociando ningún cambio significativo: no estaría en discusión el modelo económico, ni el modelo político, ni el modelo de seguridad… nada.

Pero esto no necesariamente es cierto: en la práctica, lo ya avanzado en La Habana en materia de desarrollo rural es de la mayor importancia en términos de las transformaciones en frentes como el desarrollo económico, social y político.
Ese mensaje repetido, pero inexacto, lleva al ELN a afirmar que “todos los temas que hoy pueden ser parte del conflicto o un obstáculo para la paz, son los temas que deben tratarse en una mesa de diálogos”. Así planteado, los posibles temas de las conversaciones se tornan indefinidos, abstractos e inmanejables.

Uno de los desafíos principales de todo proceso de negociación es superar la idea de las precondiciones para sentarse a dialogar. Estos temas deberían ser parte de la agenda de diálogo pero no deben convertirse en obstáculo para los acercamientos previos o propios de la fase exploratoria del proceso.

Por ejemplo, en el inicio de la fase exploratoria, podría resolverse con relativa facilidad la liberación del ciudadano canadiense Jernoc Wobert — directivo de la multinacional minera Braewal Mining Corporation — para pasar a las explicaciones sobre la legalidad o no de los cuatro títulos mineros que reclama el ELN para las comunidades de la región del Sur de Bolívar.

Cuatro obstáculos reales

Esta situación ha dado origen a una serie de obstáculos reales que deben ser superados por ambas partes y que podrían describirse de la siguiente manera:

· Primer obstáculo.

Es requisito esencial de todo proceso de paz la decisión unilateral e irreversible de las partes de sentarse a conversar más allá de todas las inquietudes, inseguridades e incertidumbres que se tengan.

Tal vez, esta decisión está faltando todavía. Ni el gobierno nacional ni el ELN están convencidos de la necesidad, la urgencia y la pertinencia actual de unas conversaciones: esperan el momento cuando las condiciones sean las que definan el inicio del proceso, sin hacer mayor esfuerzo por moverse de sus posiciones iniciales.

· Segundo obstáculo.

Ambas partes siguen mirando hacia el pasado, sin enfocarse en el objetivo central de la paz que exige de una mirada prospectiva, y prestando más atención a los objetores del proceso y a sus propias ataduras históricas, organizativas e institucionales que los hacen quedarse en lo insubstancial en vez de ir a lo importante.

El gobierno vive sus propios padecimientos y presiones, dando un manejo equivocado a la comunicación mediática, sin defender a fondo el proceso y en medio de las incertidumbres electorales que se avecinan, apostándole a triunfar más como resultado de lo que hace el otro por el proceso, que lo que hace él mismo y, con la idea — no muy cierta — de que en el proceso con las FARC ya está cursando una parte de la agenda con el ELN.

El ELN todavía no se ha desmontado suficientemente del discurso de la guerra, aun cuando en esencia es una organización política. Es más: tiene la dificultad mayor de que las decisiones se tomen por un mando colectivo (COCE) que no ha logrado ponerse de acuerdo en la más importante de todas las decisiones militares: poner fin a la guerra, que es en esencia una decisión política.

· Tercer obstáculo.

Aún no se entiende con suficiente claridad la diferencia entre acabar el conflicto armado y construir la paz:
– La terminación del conflicto armado es en lo esencial el fin de la confrontación militar mediante un cese bilateral y definitivo del fuego entre las partes. Es el abandono de la lucha armada como vía de la transformación social, política y económica de la sociedad, lo que no significa para nada el abandono de estos ideales y de sus correspondientes imaginarios.

La terminación del conflicto armado es la puerta de entrada al proceso de paz. Es responsabilidad de las partes que se confrontan militarmente. Debe darse en un tiempo determinado como resultado de unas conversaciones y de unos acuerdos políticos que dan curso al proceso de paz como tal.

– El proceso de paz, como construcción social e institucional del bienestar general, la convivencia y la democracia es de más larga duración y supone mayores compromisos del conjunto de la sociedad.

Tiene que ver con el paquete de transformaciones que deben emprenderse para alcanzar ese propósito común; implica reformas o nuevos ordenamientos constitucionales, planes y programas de desarrollo que garanticen plenamente los derechos de los ciudadanos y la ampliación de los escenarios de participación, entre otros. Este proceso puede tomarse dos o tres generaciones, y sus protagonistas centrales son la sociedad civil y el Estado.

Todos los actores pueden ser parte de la solución, pero los modos y momentos de su participación son distintos: la sociedad civil no puede negociar un cese al fuego, pero tampoco es natural que la insurgencia negocie con el gobierno planes y programas de desarrollo, presupuestos y proyecciones de futuro, pues son las comunidades y sus representantes los que deben hacerlo.

De ahí que la participación de la sociedad civil sea fundamental en el postconflicto, lo que no quiere decir que sus puntos de vista no puedan ser tomados en cuenta durante las conversaciones y verse reflejados en los acuerdos políticos.

· Cuarto obstáculo:

La elaboración de una agenda refleja el estado de la guerra en el momento de las conversaciones y lo que es alcanzable en ese contexto. Debe ser por lo tanto concreta y realista. No puede construirse sobre la base de nada a cambio de todo, ni puede suponer proyectar que a través de ella se logre todo lo que se pretende.

La agenda no puede ser tan cerrada que no quepa nada, ni tan abierta que le de cabida a todo, porque en el primer caso corresponde a la situación de una fuerza derrotada y sometida a rendición. Pero el ELN no considera estar en tal situación. La segunda posición tiene el riesgo del más seguro incumplimiento, lo que reactivaría el conflicto.

En el caso del ELN la agenda no es muy clara todavía, por las características de la propuesta que ha formulado donde la participación de la sociedad civil es definitiva y donde los temas surgirían de las demandas de ésta, lo que genera un camino, si no intransitable, bien difícil.

Bases de una propuesta

La fórmula que algunos analistas venían manejando consiste en que el ELN tiene al menos tres elementos para llevar a la mesa de conversaciones: la participación de la sociedad civil, una convención nacional y el tema minero energético.
· Sobre el primer tema, ya señalé las posibilidades y los momentos más convenientes para la participación de la sociedad civil.
· Sobre la Convención Nacional no hay mucha claridad, pero cabe suponer que se trataría de un evento con participación activa de las distintas formas organizadas de la sociedad para hacer explícito un conjunto de demandas que se convertirían en una especie de mandato ciudadano de paz.
· Sobre el tema minero energético, el ELN tiene una larga tradición: sin embargo, habría que preguntarse qué se buscaría alcanzar en concreto.

Tal vez el mayor acierto que se puede lograr para avanzar en un espacio de conversaciones con el ELN es establecer una doble agenda:
1. una agenda operativa para finalizar el conflicto armado;
2. una agenda amplia de reivindicaciones, reformas y transformaciones sociales liderada ya no por la insurgencia, sino por las organizaciones sociales y políticas, protegidas, respetadas y escuchadas por el Estado, que apunte hacia un proceso de construcción colectiva de la paz.

Cualquiera que sea la agenda de conversaciones con el ELN, esta no se puede contraponer a los acuerdos que se vayan logrando en La Habana con las FARC y seguramente, lo mejor para el país es que los dos procesos se vayan uniendo al final. Incluso, sería deseable que a ese proceso llegue también la agenda de paz del EPL.

Romper las ataduras

En general, no resulta fácil superar los escollos para entrar a la etapa de acercamientos y de conversaciones con el ELN, toda vez que las rutas, imaginarios y propósitos no están aún bien definidos.

Pero quienes creemos que sigue siendo posible la salida política negociada, tendríamos que hacer una apuesta por el proceso convocando a las partes:
· primero, a desarmar el discurso y a crear una atmósfera de mayor confianza y seguridad;
· segundo, a encontrar una camino de mediación que haga posible explorar discretamente las posibilidades reales de un acuerdo de conversaciones;
· tercero, a explorar el terreno de hablar para hablar, como un escenario respetuoso de intercambio de ideas sobre las posibilidades de un proceso;
· cuarto, a romper la lógica de las ataduras y de los inamovibles para dar cabida al clamor general y cumplir el mandato constitucional de la paz.

* Docente – Investigador del Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa, Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz, Universidad Nacional.
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Publicado por Razón Publica. 140713

CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente – Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Movil: 310-2859375
Grupo de Investigacion en Seguridad y Defensa
camega376@yahoo.es y camega376@hotmail.com
web: http://www.camega.org/inicio/