La paz como política de Estado

Estuvimos reporteando el evento “La paz como política de Estado” en el marco de los 25 años del acuerdo de paz con la Corriente de Renovación Socialista (CRS). Estuvieron Vera Grave (M19), Fernando Hernández (CRS), Pablo Catatumbo (Farc), entre otros, moderados por la periodista Laura Gil, directora del portal La línea del Medio e impulsora de la iniciativa defendamos la paz. También estuvo el ex ministro Juan Fernando Cristo y León Valencia, en un espaldarazo de estos dos al Acuerdo de Paz con las Farc y un impulso a sumar fuerzas para las elecciones de 2022.  A continuación los discursos más relevantes.

León Valencia

Las Farc hicieron una tarea muy importante en este país: dividieron las élites y colocaron una agenda alrededor del tema de paz.

En Colombia, a diferencia de muchos países, el péndulo político en los últimos 40 años va de la seguridad a la paz. Se hizo más evidente cuando llegó Uribe. La paz es una cosa banderiza, no un bien público sino una bandera política, como la seguridad. Duque hizo el discurso de posesión con la idea de la despolarización, de mirar al futuro. Pasaron los 100 días y el gobierno pierde 20 puntos en las encuestas. Los gobiernos tienen dos cosas para gobernar: las encuestas (la opinión) y la coalición. Algunos tienen las dos cosas. Duque en noviembre no tenía ni encuestas favorables ni coalición de gobierno. Eso es una crisis política. Y se  jugó hacia atrás, hacia Uribe, hacia la seguridad democrática, hacia una oferta de seguridad otra vez. Y a inventarse un enemigo que se había diluido que eran las Farc. Entonces viene Venezuela, el Clan del Golfo, el ELN y las disidencias, el narcotráfico… La dificultad es enorme. Pero en eso entró a matar el tema de paz y a regresar al discurso duro contra el acuerdo. Eso le dio 10 puntos en el mes de enero y febrero pero ya los perdió. Y se le hizo más aguda la crisis de gobernabilidad, de coalición y en las encuestas.

Podemos verlo desde dos lados, el pesimista o el optimista. Yo creo que la cosa está bien. El país está dividido, los empresarios están divididos, las fuerzas militares divididas. Una parte de los militares apoyan el proceso de paz. Es que hay divisiones buenas, todo es relativo. Las Farc hicieron una tarea muy importante en este país: dividieron las élites. Y colocaron una agenda alrededor del tema de paz.

La paz es política de Estado porque encarna en una parte importante de las fuerzas políticas y de la sociedad colombiana. Y de la institución. La JEP es institución y la Comisión de la Verdad es institución.  Todo día que pasa la JEP va ganando tiempo para quedarse y se va a quedar. Tenemos que ganar tiempo. Lo que estamos es en una lucha del partido de gobierno, que es minoritario en el país, que no tiene coalición para gobernar y que es minoritario en las encuestas, contra una política de Estado.

Las grandes conquistas del acuerdo de paz

¿Por qué les duele tanto este proceso de paz? Porque entraña cambios. La paz no necesita de formalidades institucionales para abrir un nuevo mapa político.  ¿Ustedes piensan que por qué el señor Petro sacó 8 millones de votos? Eso se lo debe a este acuerdo de paz. No era posible nunca que un tipo de izquierdas en Colombia sacara 8 millones de votos. El anterior que mayor sacó votos era Carlos Gaviria, un constitucionalista, un intelectual, pero sacó dos millones 700 mil votos. Este señor que vomita fuego que es Petro cambió el mapa político, hoy hay una bancada de 25 senadores del mundo de la centro izquierda y de la izquierda. El mapa político cambió con solo firmar el acuerdo. Las grandes conquistas de este acuerdo de paz: división de élites, apertura para que se genere un nuevo péndulo político. El péndulo político de aquí en adelante, lo tenemos que lograr, tiene que ser izquierda – derecha, no seguridad y paz. Ellos quieren volverlo a traer, quieren meter otra vez el debate en el país entre seguridad y paz.

La izquierda tiene que remodelarse

Y en eso, un homenaje. A este señor Cristo lo quiero y lo admiro entrañablemente. Primero porque es víctima y no ha hecho de su condición de víctima un ariete contra la paz. Y fueron mi grupo, el ELN, quienes mataron a su papá. Y segundo, está en el nuevo mapa de la política y está buscando camino. ¿Con quiénes? Con la izquierda.

Ahora la izquierda tiene que remodelarse mucho, tiene que tener una nueva garantía, que es la de la Reconciliación. Por eso es que es tan importante Juan Fernando Cristo, porque es un testimonio de reconciliación. No vamos a decir que es un intelectual de izquierda formado por Gramsci, Marx…es de una estirpe liberal. El tema de la relatividad lo aprendí  en un discurso que le oí cuando era adolescente a Estanislao Zuleta, que expresó ante un auditorio llenísimo en Medellín diciendo: “porque es más peligrosa la gallina que el tigre, le decía una lombricita a sus lombricitos. Esa es la relatividad”. Nosotros hoy en día tenemos un país distinto. Tenemos que comprender que el Estado no es el ejecutivo. Eso le ha costado a mucha gente muchos errores. La última conversación que tuve con Salvatore Mancuso en la cárcel de Itagüí me dijo: “León, nos mató el exceso de Uribe. Pensamos que él era el Estado”. Uribe no es el Estado, el Centro Democrático no es el Estado. Duque no es el Estado.

Están rotos adentro y nosotros estamos uniéndonos

Hay una política de Estado para la paz. Ahora nos restriegan el santismo. Yo fui santista por la paz, pero cuando fui a despedirme de él, diez días antes de que dejara el cargo, le dije: “presidente muchas gracias, pero me quedé con el pecado y sin el género”. Porque fui santista para sacar el proceso de paz pero ni un contrato, y nosotros teníamos derecho a  contratos…” Pero lo que quería decir es que  Santos hizo un esfuerzo enorme por lograr que este acuerdo involucrara al uribismo. Después de la derrota del plebiscito salir a las 6 y media de la tarde a invitar a Uribe a que se involucrara en el proceso de paz y que lo renegociaran…y lo hizo saltar al proceso de paz. El gran error del uribismo fue ese, saltó a negociar el proceso de paz y después no fue capaz, le hizo conejo a esa negociación porque introdujo reformas y cambios.

Admirable la actitud de las Farc por la manera como resistieron ese momento, dándole la confianza al gobierno de Santos para que vaya y renegocie con Uribe. Santos tiene una línea roja y no la deja pasar. No pasó lo de verdad. Todo el maqueo  que hizo el uribismo fue para lo que están haciendo ahora, el tema de verdad y de la JEP era el tema central, y nosotros lo sabíamos, también las tierras, la reforma política, pero el tema de la verdad es el tema clave, es el tema de estos años. ¿Por qué? Porque en esa rebelión de las élites regionales unidas con los paramilitares y las mafias, lo que hicieron, contra la democracia, fue ganar la guerra con el primer y segundo mandato de Uribe. Se alzaron contra la constitución del 91 y ganaron. Luego hubo un segundo tiempo y la izquierda contribuyó mucho en este segundo tiempo a dañarle la fiesta. Y Santos le dañó la fiesta al triunfo de todas esas mafias, porque empezó un proceso de paz, les sacó la JEP. Y estamos en un tercer tiempo: volvieron (mi libro se llama El Regreso del Uribismo), pero ya no tienen ni la fuerza, ni el poder, ni los ilegales ni las mafias que tenían. Las mafias están peleadas con él. Porque aquí como en el 29 en Alemania, hubo también una noche de los cuchillos largos, y fue cuando los extraditaron todos a los Estados Unidos. Nunca le perdonarán.

Lina le dice a Uribe: “¿los va a extraditar? Pero sabrá usted que más allá de la presidencia, más allá de nuestras vidas, por generaciones enteras, los miembros de su equipo de gobierno y nuestra familia vamos a tener un enemigo que nos va a hacer mucho daño. Porque esa traición no queda ahí”. Están rotos adentro y nosotros estamos uniéndonos. Ya somos más. La izquierda ha empezado a revitalizarse, ha entendido que el mundo no es nuestro y que necesitamos a Santos, necesitamos a todos esos sectores que hicieron la paz, para atravesar ese tercer momento de la vida nacional, es con ellos que podemos hacer un nuevo país.

Foto: Jennifer Rueda

Pablo Catatumbo

Aquí en Colombia se han intentado más de diez procesos de paz. Los otros procesos no fructificaron porque tal vez estábamos hablando lenguajes diferentes. Para el establecimiento la paz significaba única y exclusivamente el desarme de las guerrillas. El antecedente más inmediato fue la pacificación que promovió Rojas Pinilla que fue simplemente desarmar a los guerrilleros, darles trabajo a algunos, cooptar a otros y que todo siguiera igual. Pero aun así Rojas Pinilla tuvo un elemento importante que muchas veces la gente no le para bolas: por lo menos le dijo a los guerrilleros de Villa Rica, “cojan por esa cordillera hacia arriba (el Páramos de Sumapaz ya estaba otorgado a Juan de la Cruz Varela), de ahí para abajo hay una cantidad de baldíos, eso es de la nación, váyanse para allá y esa tierra es de ustedes, cojan eso”. Y ese fue el origen de los poblamientos que se produjeron en Guayabero y en El Pato. Fue así como surgieron esas regiones que llaman La Uribe, Mesetas, Granada, Medellín del Ariari, toda esa parte de Lejanías, esa zona fue colonizada así. Rojas Pinilla por lo menos dio selva, pero dio tierra.

Y eso le decíamos al presidente Santos: nunca nos hemos entendido, porque para ustedes la paz es un desarme de las guerrillas y para nosotros la paz implica algunas transformaciones. No la totalidad de nuestras reivindicaciones. Pero sí mínimamente algunas transformaciones sociales, garantías para poder desarrollar la política, sobre todo garantía a la vida. Si logramos entendernos en eso podemos llegar a un acuerdo. Por eso fue posible la paz. Porque podíamos pactar algunas transformaciones.

La paz tiene defensores

Nunca hemos visto la paz como algo fácil. El gran problema que ha tenido este país es que tiene aplazadas grandes reformas. Desde que nacimos como República hace 200 años los gobiernos se han dedicado a gobernar para el uno o dos por ciento de la población olvidándose del 98 por ciento de la gente. Arrancarle reformas a una clase política como la que ha gobernado este país no es fácil, eso requiere primero de un gran respaldo popular y de vencer esa resistencia al cambio.

Ya la paz no está tan huérfana como en otros momentos. La paz tiene defensores. Cuando más cerquita estuvimos de firmar una paz completa fue con Belisario, que además era un presidente que tenía una gran comprensión del problema. Pero se la tiraron el partido Conservador y el Liberal, junto con el Congreso. Y una paz que se hubiera firmado con Marulanda y Jacobo vivos hubiera sido una paz completa, hubiéramos podido arrastrar a otras organizaciones. La paz con Gaviria también estuvo a un paso. Fue la irresponsabilidad y la soberbia la que no lo permitió. En ese tiempo estábamos unidos en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar que incluía no solo al ELN sino también al EPL, y soy testigo de que la Coordinadora ya había acordado una cifra de 20 delegados a la Constituyente y que todos hacíamos la paz. Si aceptaban 20 representantes en la constituyente y se hacía una constitución, era obvio que si la suscribíamos teníamos que, por sustracción de materia, dejar las armas. Porque ya quedábamos sujetos a esa constitución que nosotros mismos habíamos suscrito y ayudado a elaborar. Pero el presidente Gaviria nunca aceptó eso y un día una delegación del gobierno llegó a La Caucha, con afanes en un helicóptero y solicitaron la presencia del Secretariado para tratar ese tema. Marulanda no estaba, solo Alfonso que les dijo: esperémoslo un momento –Marulanda estaba como a dos horas de camino-. Marulanda escuchó la propuesta y les dijo: eso es una decisión de la Coordinadora.  Ofrecían solamente cinco delegados. Marulanda no rechazó la propuesta y les dijo: yo tengo que consultar con mi tocayo (el Cura Pérez), y con los otros. Pues no hubo fuerza de que estos señores esperaran. Y empezaron a amenazar, que eran cinco o nada. Llamaron a Palacio y les dieron la orden de que se devolvieran. Marulanda se molestó un poquito y les dijo: “si no tienen tiempo para la paz, entonces váyanse”. Y de una vez nos preparamos para la guerra porque ya sabíamos lo que quería decir eso. Por eso fue que en Casa Verde no nos alcanzaron a matar. Eso fue un acto de irresponsabilidad y de soberbia de la clase dirigente. Ahí se frustró la paz por segunda vez.

El proceso del Caguán

También tengo para decir que la paz del Caguán se frustró cuando hubo la reunión con  los cacaos, porque se estaba avanzando  tranquilamente, había una agenda. Pero llegaron los cacaos, una reunión en la que llegaron Ardila Lule y el hijo, los Santo Domingo, el hijo de Sarmiento Angulo, el señor Hernán Echavarría Olózaga y Bismal Martelo. Hubo una posición hasta extraña de este último, que yo digo, ¿por qué no le cogimos la caña? Dijo: “los ganaderos estamos dispuestos a dar 10 millones de hectáreas, para que sean distribuidas entre los campesinos, si con eso logramos la paz”. ¡Imagínense esa propuesta en ese tiempo! Si en la Habana con toda esa discusión apenas logramos que el fondo de tierras tuviera tres millones de hectáreas. Pero no se pudo porque el señor Hernán Echavarría Olózaga se levantó una vez que oyó nuestras intervenciones y dijo: “ustedes lo que quieren no es la paz sino el poder. Ustedes son marxistas”. Y se echó un discurso anticomunista y trasnochado y les dijo a los otros: “y vámonos que con esta gente no hay que hacer la paz sino ganarle la guerra”. La reunión se interrumpió abruptamente. No duró sino 40 minutos y de los que estaban allí ninguno fue capaz de decir que siguiéramos conversando. Se levantaron y se fueron. Ahí se quebró el proceso de paz del Caguán. A partir de ahí la situación fue muy distinta.

Ha habido muchos intentos de parte de las insurgencias y buena voluntad para la paz porque siempre hemos entendido la crudeza de la guerra. ¿A quién le va a gustar la guerra? ¿Cuánta juventud se perdió, soldados y guerrilleros? Duré 44 años en la guerrilla, me tocó ver la muerte de muchos, los bombardeos, una confrontación que se llevó al máximo grado. Por eso amamos la paz, porque lo vivimos en carne propia, entendimos que la guerra solo beneficiaba a los sectores más retardatarios de este país cuando vimos esas cifras: 8 millones de desplazados, 8 millones de hectáreas despojadas, 85 mil desaparecidos. La guerra hubiera podido seguir pero no se hubiera podido ganar, ni por ellos ni por nosotros.

Por eso nos preocupa la irresponsabilidad del Centro Democrático que nos quiere volver a la guerra. Lo que dijo Uribe en el senado es un acto de irresponsabilidad. ¿Cómo así que él prefiere a los guerrilleros echando bala en el monte que diciéndole la verdad en el Congreso? Pero hay gente que le celebra eso.

“Hay que persistir en el camino de la paz”: Marulanda y Jacobo

En la época de Belisario se dañó la paz por la guerra sucia que nos montaron con el asesinato de la UP. Con Pastrana él mismo confesó en su libro “La palabra bajo el fuego” que  él no iba a acordar nada, que solo necesitaba tiempo para fortalecer las fuerzas armadas que no tenían ni siquiera gasolina para los helicópteros, y que fue Bill Clinton el que le recomendó que se aguantara por lo menos dos años que él mismo le ayudaba con el Plan Colombia; y se ufana de que sus dos grandes méritos fue ponernos como terroristas a nivel  internacional y haber rearmado a las fuerzas militares. Por eso es que no ha habido paz, y por eso decimos que este acuerdo se suma a los que ya se han hecho: los de la Corriente de Renovación Socialista, el EPL y el M19 que son un acumulado. Y este tenemos que defenderlo porque tiene que ser definitivo. Ya es hora de doblar esa página para que Colombia como nación se dedique a resolver los verdaderos problemas que tenemos que no son los problemas con Uribe sino la desigualdad, la exclusión, la falta de tierras, y eso no lo podemos hacer sin la paz.

En este asunto que tiene que ver con  la historia nuestra hay que recordar que lo que dañó el proceso con Belisario fue la guerra sucia, el genocidio de la UP. No era que no hubiera enemigos radicales. En ese tiempo no estaba Uribe pero estaba la cúpula militar. El ejército nunca aceptó el proceso de paz en los dos gobiernos (Belisario y Pastrana). Junto con la inteligencia del Estado se opusieron radicalmente al proceso.

Otra de las virtudes de Santos es que logró que las fuerzas militares aceptaran el proceso de paz. Es que nosotros hicimos la paz más fácil con el General Naranjo, con el General Flórez y con el General Mora que con el establecimiento y con los partidos. Con los militares en dos sentadas arreglamos ese problema. Y nos dimos cuenta que el General Flórez que era un aguerrido militar (el hombre que comandó la fuerza de tarea Omega que dio de baja al Mono, que nos tocó padecerlo muchos años y él también a nosotros), tenía absoluta claridad de cuál era el problema y nos pusimos de acuerdo fácilmente. Ellos también deseaban la paz porque ellos también ponían el pecho. Y derribando ese muro, el primer día que llegué a la Habana les dije: “la oligarquía colombiana que ha mal gobernado este país no se ha caído, y no la hemos podido derrocar los sectores de izquierda porque tienen un muro que son las fuerzas militares que han impedido aquí el cambio”.

Palabras proféticas

Y fíjense ustedes la grandeza que tenían los jefes de las Farc en ese tiempo, Manuel Marulanda y Jacobo Arenas. La muerte de Carlos Pizarro sacudió a todo el mundo. Pero en el caso de las Farc la muerte de Pardo Leal nos sacudió a todos. Y todos allá al interior de la guerrilla le dijimos a Marulanda y a Jacobo: “es la hora de romper ese proceso y vamos para la guerra otra vez”. Ellos, mucho más experimentados que nosotros, nos dijeron: “No. Hay que persistir en el camino de la paz”. Eso no fue cualquier decisión. Y lograron convencernos, porque en varias reuniones que se hicieron Jacobo y Manuel nos explicaron: “Mire, es que todo se debe al error que cometimos, porque se desfiguró la idea de lo que debiera ser la UP, que debió ser una gran coalición, porque así fue concebida, conformada por todos los sectores amigos de la paz. Y el candidato jamás ha debido ser Jaime Pardo Leal, con todos los méritos que el compañero tenía”. El candidato de Jacobo y Manuel era el General Matayana. Y cuando nosotros los jóvenes guerrilleros que sabíamos más bien poco de política, pegamos el brinco en el cielo: “¿pero cómo se le ocurre ir a proponer al asesino de campesinos de Marquetalia, Matayana?”.  –Y Jacobo nos dijo: “Ustedes todavía son muy ingenuos en política. ¿No ven que si ponemos a Matayana a él no lo van a asesinar? ¡Y si ponemos a Pardo Leal a ese sí lo van a asesinar!”.

Palabras proféticas. Pero aun así, y con esa racha de asesinatos, ellos no rompieron la tregua. Lamentablemente tenemos que decir que el presidente que estuvo más cercano de lograr la paz fue Belisario. La explicación más clara sobre lo que debiera ser la UP como plataforma de lanzamiento para que las Farc ingresara a la lucha política se la escuché a Belisario. El hombre tenía claridad frente a lo que debiera ser una organización que permitiera el tránsito de las armas  la paz. Pero él dice: “los que frustraron la paz en mi gobierno fueron, primero mi propio directorio del partido Conservador,  el directorio Liberal, y los militares que amenazaban con ruidos de sables cada ratico”. Y después todos sabemos la alianza que se produjo entre la mafia y los servicios de inteligencia, con la traída de Jair Klein y el asesinato de Galán. Yo creo que el período más difícil que ha vivido Colombia, el más desinstitucionalizado, fue en el período de Barco, un presidente enfermo que no gobernaba, donde mandaba era una cúpula, aliada con la mafia. Por eso es que mucha gente le tiene miedo a que escudriñen la verdad. Esa verdad tendrá que salir.  Esclarecerse cómo fue que mataron a Galán y cómo fue el proceso para matar a Pizarro y a Jaime Pardo.

Aquí a lo que le tienen miedo es a los cambios. Con 315 mil votos que sacó la UP los sectores de ultraderecha se asustaron y decidieron que había que matarlos a todos. Y produjeron ese genocidio. Esos temas son los que hemos dicho que debemos esclarecer y por eso no le tenemos miedo a la verdad ni a hablar de víctimas. Ellos dicen que las víctimas son las víctimas de las Farc, pero las estadísticas internacionales y de las organizaciones defensoras de derechos humanos que han investigado el tema dicen que el 85% de las víctimas se produjeron por parte de los paramilitares y el Estado, y que el 15% corre por el resto de las insurgencias. Por eso es que el acuerdo de paz tiene una carga tan importante para cerrar todas estas heridas, y por eso a pesar de las vicisitudes tenemos que consolidarlo.

Foto: Carlos Orlas

Fernando Cristo

La intervención de Pablo demuestra la importancia de que no haya guerrilleros en el monte sino en el congreso.

Quiero recoger dos afirmaciones de León y Pablo. Comprar tiempo es la palabra clave en este momento. La última vez que hablé con Iván Márquez le dije con toda franqueza: “nosotros perdimos unas elecciones, los que creíamos en una negociación. Y los que no creen ganaron. Renegociamos un proceso de paz una semana completa con Uribe, Duque, Carlos Holmes y Zuluaga. Al final yo pensaba: si logramos un acuerdo es un milagro, ¿cómo logramos renegociar un acuerdo sobre el final del conflicto armado si para ellos no hay conflicto? Para ellos el acuerdo tiene que ser un sometimiento de las Farc a la justicia y punto”.

La política de implementación para ellos es garantizarles a unos señores que dejaron las armas una incorporación con unos empleos, unos salarios, garantías físicas y hasta ahí llegó el acuerdo. Esa es la gran equivocación para los que hemos vivido en zonas de conflicto y quienes hemos padecido la violencia, que se comete desde la visión de ellos sobre el conflicto armado. Ese es el gran error de fondo.

Fernando Cristo y Pablo Catatumbo. Foto: Jennifer Rueda.

No se puede implementar el acuerdo con un gobierno que no reconoce el conflicto

Para mí hay que ganar las elecciones del 2022 quienes estamos trabajando por la paz. Punto. Estos señores no van a implementar nada. Usted no puede implementar un acuerdo sobre el fin del conflicto con alguien que dice que no hay conflicto. ¿Han visto un proyecto para impulsar la implementación del acuerdo? Es que la gente no se ha dado cuenta de eso. Hubo unos que se aprobaron en el gobierno anterior con el fast track, que han permitido que el acuerdo siga vivo. Este gobierno no ha presentado un proyecto de reforma rural. Pero es mejor que no presenten nada, lo mejor que nos puede pasar es que no pase nada.

Acuérdese que hablamos de una implementación a 15 años. Con este gobierno es mejor que sean años perdidos. Hay que ser francos. Es un gobierno que no tiene ningún interés en desarrollar eso. Es un gobierno muy curioso para los estudiosos de ciencia política: con un partido de gobierno que es infinita minoría en el congreso y del cual el jefe de gobierno no es el jefe del partido. Es mejor ganar tiempo y que podamos mantener el acuerdo, que la JEP y la Comisión de la Verdad avancen en su funcionamiento, que con el apoyo de la comunidad internacional y de la ONU se preserve el acuerdo, que se haga obviamente desde la sociedad civil la presión para la protección de la vida de los guerrilleros desmovilizados y de los líderes sociales, de ahí la importancia de este grupo defendamos la paz.

Consolidar la paz

Pero en materia de transformación social, de profundización de la democracia en Colombia, de las reformas políticas, de la reforma del campo colombiano, del cambio de enfoque en la política antidroga, de parte de este gobierno no podemos esperar nada porque piensan de una manera totalmente distinta. No van a desarrollar el acuerdo de paz. No lo acaban porque no tienen como hacerlo con el blindaje constitucional que tiene, por el apoyo internacional, por las minorías en el congreso y por las mayorías que logramos construir en el gobierno Santos alrededor de la paz.  Ahí todo son noticias buenas. Tenemos los tres partidos: el liberal, la U y Cambio Radical, eso quiere decir que lo que se sembró en esos seis años respaldando la paz por las razones que sean fue importante y creó una opinión en el país, eso no hubiera sucedido sin un proceso de paz.

El Centro Democrático todo lo reduce a que ganaron el plebiscito, a que ganaron las elecciones, olvidándose que son el 20 por ciento del senado y que ganaron las elecciones con una mayoría que no fue tan contundente. Entonces metámonos el chip de ganar tiempo y no nos llenemos de desesperanza que si no pasa nada es una buena noticia para la paz del país.

Y la segunda reflexión sobre lo que dijo Pablo: hay un elemento de este proceso de paz que no tuvieron los anteriores. Ninguno de esos procesos de paz tuvo una oposición tan virulenta como lo tuvieron estos acuerdos con las Farc. Es más, quienes nos opusimos al proceso con los paramilitares, sabemos que esa oposición no se compara con esta oposición al de La Habana. Tenemos que seguir defendiendo la paz y la salida negociada más allá de cualquier diferencia. Lo que hay que pensar es que el país ya es otro, ya no es el país del bipartidismo, aquí hay dos visiones de país distintas: una visión que quiere mirar al futuro, defender derechos y libertades, defender la implementación de la reforma agraria, al menos la contemplada en el acuerdo. Es que logramos que las Farc estuvieran de acuerdo con esa reforma agraria que no es la gran revolución del campo colombiano. Y está la visión de los que nos decían que íbamos a expropiar todas las tierras, y que el castrochavismo…

Una visión de país con el cumplimiento de los acuerdos y con otros elementos adicionales, la defendemos mucha gente que estamos en partidos distintos, en movimientos distintos, en un sistema mucho más abierto, pero que coincidimos en unos temas fundamentales y eso es lo que hay que defender hacia futuro, más allá de las rencillas personales y más allá de las diferencias en puntos específicos de la agenda, yo creo que consolidar la paz está por encima de todas esas consideraciones.